Daniela Catrileo es escritora, poeta y activista. Es también profesora de filosofía. Ha publicado poesía, narrativa y ensayos, explorando la conexión entre la cultura mapuche, el colonialismo y las experiencias contemporáneas.
Río Herido
Si todo Santa Rosa te viera llover
Salí a buscar el hogar clandestino
que va de oriente a poniente, c
argando armas en la rivera.
Recojo las últimas cabezas del potrero,
cercando una animita sobre un pueblo flotante
que se inunda hasta no llover.
Respiro hacia adentro olvidando las costillas
Dos veces ha esparcido la hierba
y los huérfanos,
Nueva Imperial y el interior:
Con boca de animal
se figuran los relieves en el aire.
Nacimos con el río herido,
nuestra mancha en el costado.
Un corazón que de pena se fragua
entre todas las costillas,
y los metales son un líquido espeso
en el contorno de la pubertad.
Arden y arden los puentes
y los perros del territorio
Tengo colgando mi periferia
como el fragmento de toda historia.
Herido tengo el fósil y mi llaga
es un horizonte en su discurso.
Tengo un río herido
en forma de zanjón,
que grita india y me tira a la calle
para cruzar la otra historia,
desprendiendo hijos en cada vena de su navío.
Tenía el cordón umbilical extendido,
atravesaba las montañas
en busca de su caudal.
Desde las esquinas de un país
cruzado en rieles,
construí una pequeña caja
con las imágenes de todo un sol
hacia el ombligo.
El ombligo como punto medio
del reencuentro.
Caminé en su funeral de espigas
El amor al padre, el odio al padre
llevar la cuenta de los ancestros
por orden santo,
no es recomendable en la juventud.
Ser cinta que oscila
entre cavidades
de la montaña
hasta tu casa.
La idea y el encierro de las palabras,
surcos bailables
en un lugar
que nos guarde de los gritos
y la muerte.
Esta muerte,
caminar hasta olvidar
que nadie espera.
Sentir el gemido viajero de mi cordura,
crecer a la fuerza
hasta dominar la ciudad.
Imaginan la bestia del padre,
mientras ríen y se embriagan
en soledad del cerro y su virgen.
Agradable sólo por su soledad
y las luces que te gusta nombrar
entre dientes rechinosos
de metales espesos y el vino.
Tantos huérfanos se te caen
de los brazos,
perdieron el camino de vuelta.
Y toda su sangre,
todas sus tierras,
una que otra bala sucede ahora.
Un disparo es cosa poca.
Dame tus puentes,
tus caletas entre ríos, entre fango.
Los niños también caen muertos, no sólo la madre.