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29 junio 2025

Tratados bicentenarios en Puelmapu ratifican el derecho mapuche a su libre determinación

Más allá de elementos comunes y diferencias con el Tratado de Tapihue, el de Laguna de los Guanacos (en Puelmapu) es otro antecedente que sustenta para el pueblo mapuche el reconocimiento a “su derecho a la libre determinación, su cultura en el ámbito tangible e intangible, su tierra, territorio y recursos”. Foto: Presencia mapuche en Bariloche, en la movilización del último 24 de marzo (2025), Día Nacional por la Memoria, la Verdad y la Justicia.


Por: Adrian Moyano / Resumen Latinoamericano, 19 de junio de 2025


¿Existe en el lado argentino del territorio mapuche un equivalente al Tratado de Tapihue? Al cumplirse en enero último 200 años de su concreción, diversas organizaciones mapuches de Chile reivindicaron la vigencia de su articulado, que, entre otros acuerdos, fijó el límite entre la flamante república y agrupaciones del pueblo preexistente en el río Biobío, la misma frontera que más allá de fricciones y momentos de tensión se mantenía con las posesiones españolas desde 1641. Semanas atrás, ante un intento unilateral del gobierno chileno de avanzar con un plan de “paz y entendimiento” que ponga fin al eterno conflicto que provoca en la Araucanía, organizaciones mapuches replicaron con un artículo que debería incluirse en el próximo texto constitucional: “El Estado de Chile reconoce al Pueblo Mapuche y su derecho a la libre determinación, su cultura en el ámbito tangible e intangible, su tierra, territorio y recursos, en base al Parlamento o Tratado de Tapihue”.

En la Argentina todavía se cree que después de la victoria patriota en la Batalla de Maipú (1818) la guerra contra los realistas se trasladó hacia el norte para finalizar en 1824 con el triunfo del mariscal Sucre en Ayacucho (Perú), pero se trata de una inexactitud grosera. Después del primer enfrentamiento, contingentes monárquicos encontraron refugio en el sur de Chile y en el territorio mapuche libre. Algunos de los loncos (autoridades políticas mapuches) honraron los pactos que mantenían con las autoridades coloniales, pero otros movilizaron centenares de lanceros en favor de la revolución republicana. La conflagración se extendió por una década más e inclusive, tuvo repercusiones en el noroeste patagónico del presente, donde las montoneras realistas encontraron buena recepción por parte de algunas agrupaciones pehuenches (gente del pehuén en mapuzungun). Francisco Mariluan, el “gobernador de 14 reducciones”, según la terminología de sus interlocutores chilenos, fue uno de los ñizol longko (lonco principal o lonco entre loncos) que había peleado del lado monárquico, pero se inclinó por la paz con los patriotas después de asegurarse que su gente sería tratada como “ciudadanos chilenos con goce de todas las prerrogativas, gracias y privilegios que les corresponden” (artículo 3°). El precavido Mariluan no podía hacer futurología y prever que 200 años después, en Chile todavía lxs mapuche serían ciudadanos/as de segunda o tercera. Tampoco estaban en la cabeza de los participantes de Tapihue las configuraciones estatales del presente, porque al menos un lonco pehuenche del Neuquén participó de las deliberaciones: Andrés Curripil. Llegó al escenario de los acontecimientos después de cruzar la cordillera con 18 de sus conas (el kona es una persona que está al servicio del lonco y la comunidad).

Laguna de los Guanacos

Hacia 1825 no había en las Provincias Unidas del Río de la Plata un gobierno central como en Chile, aunque esa ausencia no impidió que se celebraran acuerdos y se deslindaran jurisdicciones. En diciembre próximo se cumplirán 200 años de la realización de un trascendente parlamento en Laguna de los Guanacos, paraje sito a “ciento y más leguas de la Villa de la Concepción al Sud”, es decir, Río Cuarto (Córdoba). En la contraparte huinca (extranjera en mapuzungun) se pusieron de acuerdo los gobiernos de Buenos Aires, Santa Fe y en efecto, Córdoba. Al respecto son muy ilustrativas las instrucciones que dio a sus delegados el ministro bonaerense Manuel García: “1° Que la línea de frontera debe ser por la sierra del Volcán, fortaleza del Tandil y sierra de Curicó”. No menos clara era la segunda instrucción: “Que en el caso de haber algunos caciques que reclamen derecho a algunas tierras de las comprendidas dentro de esta línea, los comisionados pueden ofrecer que el Gobierno los compensará”. Quienes se tomen el trabajo de tomar un mapa verán que los propios porteños tenían como máxima aspiración que el tramo sur de su jurisdicción no fuera más allá de Balcarce, Tandil y Olavarría. Es más, admitían que varios loncos poseían territorialidad al noreste de esa línea. Queda evidente la magnitud del despojó que se consumó a partir de 1878.

Los preliminares supieron de idas, venidas, consenso y desavenencias. Del lado mapuche participaron de las deliberaciones “más de mil […] indios concurrentes fuera de las chinas y los muchachos”, es decir, una demostración de la democracia directa que caracterizaba a la manera mapuche de hacer política. Además de acordarse la paz y otros pormenores, la parte mapuche tuvo la deferencia de incluir en el articulado que “los terrenos comprendidos desde la Sierra del Volcán, Tandil y Curicó por no pertenecer a la nación de ellos, sólo debe convenirse con los güiliches que son los dueños de dichos terrenos”. Por entonces, se usaba ese vocablo para designar tanto a los grupos mapuches que vivían más al sur o a los gününa kuna (tehuelches del norte). Quiere decir que tres provincias luego argentinas, admitían que “dueños de dichos terrenos” eran pueblos indígenas libres.

Una apostilla: en forma previa, el gobierno de Córdoba puso como condición la entrega “del rebelde Pallastruz” para avanzar con las conversaciones, pero sus interlocutores mapuche y rankülche (gente de los carrizales) se negaron por ser “cosa nunca acostumbrada entre ellos el aprehender ni entregar ningún cacique, de donde podía resultar mil movimientos entre los indios y aun en las naciones inmediatas”. Por decirlo callejeramente, mapuche, rankülche, huilliche o tehuelche, pero nunca policías.

El Tratado de la Laguna de los Guanacos se concluyó el 20 de diciembre y está pronto a cumplir dos siglos. En la Argentina no hay chances de reforma constitucional a la vista y, además, está en el gobierno una expresión de ultraderecha que no disimula su supremacismo y considera al conjunto de los pueblos originarios “factor disolvente de la sociedad”, como expresó el actual presidente cuando todavía aspiraba a instalarse en la Casa Rosada. No obstante, su vigencia es reivindicable.

En la lista de los loncos que participaron hay varios nombres que hoy son apellidos y en algunos casos, continúan en la senda de la resistencia: Millan, Eqüan, Güemin, Güequm, Tranamá, Yanquelen, Sienan, Millanamon, Ranquel, Quechudeo, Currilapay, Ocol, Colepi, Chodan, Carramé, Meliquan, Nicolás, Carrane, Calquillan, Coleman, Marin, Payan, Payayan, Caynan, Chico, Anteolan, Yacon, Nanpay, Chequin, Imelan, Güenulinquin, Gualipay, Toriano, Mayolao, Yancupil, Guenquebil y Calquin.

Más allá de elementos comunes y diferencias con el Tratado de Tapihue, el de Laguna de los Guanacos es otro antecedente que sustenta para el pueblo mapuche el reconocimiento a “su derecho a la libre determinación, su cultura en el ámbito tangible e intangible, su tierra, territorio y recursos”. Aunque la coyuntura puntual sea adversa, también del lado argentino de la cordillera.

 

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