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23 octubre 2025

Los chilotes en peligro de extinción

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Cuando se vende la tierra, no solo se entrega un pedazo de suelo: se transa la cultura, se negocia la identidad y se extingue lentamente aquello que nos hace ser Chiloé y chilotes.


 Por: Héctor Salvador Contador Santana
23 de octubre de 2025.
diariomapuche.cl


Los Chilotes en peligro de extinción: El título puede sonar exagerado, pero ¿te has preguntado si eres completamente chilote? Esta inquietud ha crecido en mí a medida que observo cómo, día a día, nuestro archipiélago se va poblando cada vez más. No es que crea que migrar no sea un derecho; sin embargo, históricamente han salido menos chilotes de ésta ínsula de los que llegan, sean chilenos o extranjeros. De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), comunas de Chiloé como Ancud, Puqueldón, Queilen, Quemchi y Quinchao figuran entre las que más gente ha emigrado. Mientras tanto, Chiloé, ese paraíso natural que muchos promocionan, ha cautivado a quienes buscan una mejor “calidad de vida” para sus descendientes. No obstante, surge una pregunta importante: ¿Hasta qué punto se integran estas personas con la cultura, la historia y las tradiciones locales?

Un ejemplo de cómo una comunidad ha enfrentado situaciones similares es Rapa Nui, donde en 2018 se implementaron políticas restrictivas: los turistas que aterrizaban debían mostrar su pasaje de regreso, y su estadía no podía exceder los 30 días. Hoy en Chiloé, no hay regulaciones similares. Entrar y salir por el Canal de Chacao, el aeródromo de Mocopulli o cualquier otro acceso es un proceso prácticamente sin control. Tampoco hay límites claros respecto al tiempo de permanencia en el Archipiélago.
Falta armonía en la gestión del crecimiento poblacional. Ciudades que fueron planificadas para 8,000 habitantes hoy albergan aproximadamente 60,000; otras, pensadas para 5,000, ahora acogen cerca de 50,000 personas, y estas cifras continúan en aumento. El negocio actual del chilote parece ser vender las tierras heredadas de sus ancestros en pequeñas porciones; otros venden el musgo pompón por sacos, y algunos sacan la leña del territorio en camiones. El resultado: más gente llega y menos recursos quedan para sostener ese crecimiento, una paradoja que pone en riesgo la sostenibilidad.
¿Qué nos depara el futuro en los próximos 50 o 100 años? ¿Nos hundiremos debido a la sobrepoblación? No lo creo, pero sí creo que colapsaremos si no actuamos a tiempo. Los chilotes están en peligro de extinción, no por desaparición física, sino por diluirse culturalmente. Somos menos que los chilenos que llegan y solo un poco más que los extranjeros.
Si no me crees, pregúntate: ¿de dónde son tu madre o tu padre? ¿Tus abuelos? Como sucedió con los pueblos indígenas en el pasado, el chilote, o como prefiero llamarlo, el chiloense—el mestizo, mezcla de indígena y español—está en peligro de desaparecer culturalmente.

Los chilotes en peligro de extinción (II)

Distintos diarios de circulación nacional informaron sobre la creciente preocupación por el riesgo ambiental que supone el boom de ventas de terrenos en Chiloé: más de 100 mil hectáreas vendidas en solo cinco años. No me sorprende. Hace un tiempo escribí un texto titulado “Los chilotes en peligro de extinción”, y lo hice con plena conciencia de lo que esa frase implicaba. Porque cuando se vende la tierra, no solo se entrega un pedazo de suelo: se transa la cultura, se negocia la identidad y se extingue lentamente aquello que nos hace ser Chiloé y chilotes.

Vivimos una ambigüedad dolorosa. Por un lado, decimos querer vivir del turismo, pero por otro, destruimos los mismos espacios que el turista busca: la naturaleza intacta, los paisajes rurales, el silencio de los humedales, las orillas donde aún sopla el mito. Hablamos de conservar nuestra historia, pero la desmantelamos cada vez que alteramos los lugares donde esa historia se generó. No hay contradicción más triste que esa.
Comprendo que muchas personas sientan el deseo de venir a vivir a Chiloé. Y, en parte, están en su derecho. Pero lo que preocupa no es la llegada, sino la forma en que la tierra se transforma en mercancía sin considerar sus límites naturales ni humanos. Los propios chilotes, agobiados por las carencias o tentados por el valor de mercado, venden terrenos enteros como si no vivieran ellos mismos las crisis hídricas, la falta de servicios básicos o el colapso de caminos rurales.
Se ha formado una cadena que parece no detenerse: el chilote vende, las empresas “inmobiliarias” compran, parcelan y revenden; luego llegan cientos de nuevos habitantes, y las ciudades, pensadas para miles, deben soportar decenas de miles. Calles que no dan abasto, alcantarillados colapsados, aguas contaminadas y una tensión cultural que crece de manera silenciosa: la cultura afuerina imponiéndose sobre la chilota, el paisaje domesticado, el mito desalojado.
Chiloé se encuentra ante una disyuntiva profunda: ¿ser territorio o ser producto?
Si sigue primando la lógica del negocio, el resultado será evidente: un archipiélago irreconocible, donde la tierra será propiedad de todos, menos de los que la habitaron por siglos.
Por eso insisto: el peligro no está en el cambio, sino en la pérdida de sentido.
Porque cuando un chilote vende su tierra, no solo entrega suelo, entrega memoria.
Y cuando la memoria se vende, la extinción cultural deja de ser una metáfora.
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